De férulas y otros artilugios dentales



Entre las múltiples incertidumbres que acongojan al americano medio está la de plantearse insistentemente si George Washington usó una dentadura postiza de madera. De que usaba dentadura postiza no hay el menor atisbo de duda, miren si no su cara en el billete de un dólar. La sufre. La sufre en silencio. Y además dicen que apestaba (la dentadura). No era de madera, no; a lo largo de su vida utilizó varias que le fabricó su dentista John Greenwood empleando marfil de dientes de hipopótamo, morsa y elefante. Un siglo antes le habría bastado con acudir al mercado de segunda mano que se montaba tras cada gran batalla. Pero a mí, la duda que me hace estremecer viendo esta fotografía realizada entre 1910 y 1915 (George Grantham Bain Collection, Library of Congress. Format: Glass negatives) es si se trata verdaderamente de la dentadura postiza de George Washington o de la dentadura real arrancada a su caballo.

1 Revelaciones:

Helter dijo...

Oiga, qué mal rollo da la foto esta. He intentado escribir un comentario así como más inteligente o interesante pero no me sale. Ya sé qué pesadilla voy a tener esta noche. Bueno, tendré dos, una de dientes y otra de siete puntos.


The Goldfinch Carel Fabritivs (1654, año de su muerte)

Ernst Haeckel

Ernst Heinrich Philipp August Haeckel
(* 16. Februar 1834 in Potsdam; † 9. August 1919 in Jena)
war ein deutscher Zoologe und Philosoph.

Portraits

Lithographies

Kunstformen der Natur


El órgano fantasma

«Cuenta Montaigne que cuenta el piadoso Santiago de la Vorágine que en un pueblo de Alsacia vivía un hombre que tenía adherido a su cuerpo el cuerpo más pequeño de otro hombre, una especie de bebé descabezado que se clavaba a su huésped más grande a partir del cuello. Un médico peregrino se ofreció a extirpar la anomalía con ayuda de un cirujano local. Una vez concluida la operación, el paciente se mostró muy agradecido y contento. El médico peregrino no le cobró un céntimo y a cambio sólo le pidió que le dejara llevarse el cuerpecillo extirpado y convenientemente disecado para exhibirlo por doquier como prueba de su talento. Semanas después, el paciente empezó a dar señales de una terrible melancolía: decía seguir sintiendo la presencia de aquel cuerpecillo, como si aún lo llevara adherido a sus carnes y declaraba que su ausencia le hería el espíritu mucho más que otrora su presencia el cuerpo. Según algunos comentaristas, el hombre acabó vagando por la tierra como un alma en pena. Otros autores afirman que el paciente sencillamente murió de tristeza dos meses después de la cirugía. Respecto a la suerte del médico el veredicto de todos es unánime: pagó su vanidad con la muerte a manos de unos salteadores de caminos». Monstruos y fenómenos extraordinarios de la Edad Media, Patricio Ferrufino S.J.
Citado por Santiago Cárdenas