Parlophone VII (Edición especial Victorola)




Por qué tenemos que amar al Martín pescador




Si en alguna ocasión un desconocido les pregunta por qué tienen que amar al Martín pescador (Alcedo atthis) respondan sin dudar «porque me lo dijo una vez mi amigo Anatoly Rasskazov y punto». Observen en la fotografía un Martín pescador a la búsqueda del sustento diario, mientras tanto yo estaré tomando una cervecita con mi Pk. en la Cervecería Triana que se nos han venido 35º celsius o'clock asíne de pronto.

De la Creación gnóstica y grandota




En la foto: diferentes tipos de seres humanos: el señor calvo con bigote y sombrerito (izquierda), el señor Juan Imedio alto con bigote (derecha) y el señor grande grande con sombrero de copa (en el centro). Fotografiados en la ciudad de Circa, 1910.

Rosalind Elsie Franklin




El otro día fui a hacer una transferencia para que el librero uruguayo que les comenté hace unos días me remitiese el pedido. El envío del dinero se tiene que hacer a través de las oficinas de Correos en colaboración con las de Western Union (si lo hacen a través de una oficina bancaria en lugar de transferencia se denomina atraco a mano armada), para lo cual tienen que rellenar un impreso que el empleado trasladará a un formulario en el ordenador. Cuando crean que ya está todo hecho, el señor de Correos le preguntará su profesión. En mi caso iba a responderle instintivamente pero me detuve y dije «¿para qué quieren saber mi profesión?», a lo que me contestó «pues no tengo ni idea, pero si no completo este campo no puedo realizar la transferencia». «Ah, comprendo; zoólogo, soy zoólogo», dije sin dudarlo. Oigan, salí de la oficina más contento que unas pascuas. Antes de llegar de vuelta a casa, ya tenía la siguiente profesión para la próxima vez que envíe dinero a través de la Western Union, seré cristalógrafo. Corro el riesgo de que pongan finalmente cristalero en el formulario, pero me arriesgaré porque será mi pequeño homenaje a Rosalind Elsie Franklin (1920-1958), una científica británica que realizó la famosa Fotografía 51 que resultaría imprescindible para descubrir la estructura doble helicoidal del ADN. A Rosalind Franklin no le quedó más remedio que aguantar el machismo de la época que, por ejemplo, impedía a las mujeres tomar café o té en «las salas de hombres» que se habilitaban en los centros de investigación, además de tener que soportar al estúpido ególatra de su jefe, el también científico Maurice Wilkins, y, probablemente, las impertinencias del capullo de James Watson (mordacidad póstuma lo llaman algunos). Rosalind Franklin tuvo el detalle de morirse unos años antes de que estos dos, junto a Francis Crick, recibiesen el Premio Nobel de Medicina en 1962 por el descubrimiento de la estructura de la molécula de ADN. De haber vivido en aquel momento, habría causado un tremendo problema a la Academia sueca porque el Nobel no se puede conceder a cuatro personas. Rosalind Franklin murió de un cáncer de ovarios por las exposiciones a Rayos X que sufrió a lo largo de sus investigaciones. No, no fue muy cuidadosa con su salud en este aspecto, todo hay que decirlo.

Fermin cos seus fillos



Virxilio Vieitez
Circa, 1955

Amada Rosalind Anne:

Cada día que pasa se hace más difícil no poder abrazarte. Sé que lo que sentimos el uno por el otro crece y nos hace más fuertes, que estamos unidos por un lazo invisible que ata nuestros corazones haciendo que se fusionen convirtiéndolos en uno solo. Por otra parte, la moto va ya de maravilla, funciona como el primer día y sólo tiene un pequeño roce en el lado derecho que espero reparar en breve. Hace unos días estuve preocupado porque se andaba «chupando», como si estuviese sin bencina; al principio creí que era porque había repostado en una bomba de poca reputación, pero resulta que además a ese problema se sumaba pérdida de potencia y encima ya no subía de las 2000 rpm y, claro, no agarraba velocidad y en neutro se paraba, pero esto lo hacía de forma intermitente, es decir, en la mañana, «copera», y en la tarde, cero problemas, por ejemplo. A Dios gracias, ha sido un susto y ya está todo solucionado. Te echo de menos y espero que algún día vuelvas de nuevo a mi lado. Los niños, también.

Por siempre tuyo,

Fermín

Wimpi



Hace unos días encargué a una librería uruguaya un ejemplar antiguo de «Historia de la estupidez humana» del húngaro Istvàn Rath-Vegh. El librero, muy simpático y amable, me hizo notar que la obra había pertenecido al «célebre» Wimpi y que estaba firmada por él. No tenía ni idea de quién era este buen señor, así es que me informé y resultó ser Arthur García Nuñez (1906-1956), un humorista uruguayo. Su biografía dice que se instaló de muy joven con su madre en Buenos Aires, y que estudió en el Colegio Nacional Mariano Moreno, para ingresar más tarde en la Facultad de Medicina, pero abandonó la carrera, estuvo un tiempo en el Chaco y volvió a Uruguay. Fue redactor de El Imparcial y posteriormente del diario El Plata. Sus columnas radiofónicas le dieron gran notoriedad. La prensa porteña acogió con entusiasmo sobre la mitad de la década de los 40 sus relatos costumbristas y humorísticos. «El gusano loco» y «Los cuentos del viejo Varela» fueron los únicos libros que publicó por decisión propia. Extremadamente autocrítico, quemó muchos de sus originales. A algunos, como un servidor, Wimpi le recuerda a aquellos humoristas como Camba o Vighi que rodeaban a Ramón Gómez de la Serna. Estas líneas son sólo para decir que me ha hecho mucha ilusión tener un libro que perteneció a Wimpi, así es que le he encargado tres más al librero uruguayo que también fueron suyos. Finalmente, unos pequeños extractos de los escritos filosóficos del buen señor Wimpi:

«El hombre actual es el más problemático de la historia. Se encuentra un poco perplejo, tanto ante lo que ocurre como ante lo que no ocurre en este mundo. No encuentra palabras en ningún idioma para definir el repertorio de crisis que le rodea. Pero mientras siga riendo, irá salvándose en buena hora».

«Hay mucha gente honrada que tendría que estar presa. Son los que dan a lo que hacen el nombre de lo que deberían hacer».

«Todo cuanto a otros se da en este mundo, se les da provisoriamente, porque siempre vuelve a quien lo diera, aumentado en gran modo. Si los egoístas supieran las ventajas que reporta el ser generoso, serían generosos de puro egoísmo».

Buenos días




He preferido comer tres galletitas dietéticas de maíz mientras miraba la mampara beige a consultar un manual de sociedades de garantía recíproca. He preferido garabatear dibujos extraños en una cuartilla a bajar a la cafetería y comerme media tostada con jamón y un café con leche. He preferido buscar un sacapuntas olvidado en un cajón y afilar siete lápices sin punta del portalápices a ver el nuevo organigrama de la empresa. He preferido trazar una ruta en un mapa de Turquía mientras tarareaba Ojos verdes a leer noticias de empresa en la intranet. Hoy estoy que me salgo, como encuentre un cursillo de técnicas de encuadernación antiguas, no me va a quedar más remedio que apuntarme. Pero antes voy a echarle otro vistazo a la foto de Maria Christodoulou en la escuela de Limassol (Chipre), en 1910. Con qué descaro mira a la cámara recostada en primer plano.

El blanco de los ojos




En cualquier ser humano, incluida Esperanza Aguirre, se distingue al menos tres veces más el blanco de sus ojos que en cualquier otro mamífero, aunque se trate de un chimpancé o de un gorila. Si usted se pone delante de dos bebés, uno de chimpancé y otro de Evangeline Lily, por ejemplo, y realiza los siguientes movimientos: levantar la cabeza con los ojos cerrados, repetirlo pero con los ojos abiertos y, por último, elevar sólo la vista, podrá comprobar -bueno, cuando lo haga con los ojos cerrados, alguien se lo tendrá que decir, digo yo- cómo el bebé humano seguirá casi exclusivamente el movimiento de sus ojos en tanto que el bebé chimpancé lo hará casi exclusivamente de acuerdo con el movimiento de su cabeza. La selección natural del blanco de los ojos en los seres humanos, incluida Esperanza Aguirre, debió tener su sentido evolutivo y algunos lo llaman el ojo cooperativo. Si realiza el experimento de los bebés y observa que se tapan los ojos con sus manitas, corra usted sin dudarlo un instante a una clínica de cirugía estética.


The Goldfinch Carel Fabritivs (1654, año de su muerte)

Ernst Haeckel

Ernst Heinrich Philipp August Haeckel
(* 16. Februar 1834 in Potsdam; † 9. August 1919 in Jena)
war ein deutscher Zoologe und Philosoph.

Portraits

Lithographies

Kunstformen der Natur


El órgano fantasma

«Cuenta Montaigne que cuenta el piadoso Santiago de la Vorágine que en un pueblo de Alsacia vivía un hombre que tenía adherido a su cuerpo el cuerpo más pequeño de otro hombre, una especie de bebé descabezado que se clavaba a su huésped más grande a partir del cuello. Un médico peregrino se ofreció a extirpar la anomalía con ayuda de un cirujano local. Una vez concluida la operación, el paciente se mostró muy agradecido y contento. El médico peregrino no le cobró un céntimo y a cambio sólo le pidió que le dejara llevarse el cuerpecillo extirpado y convenientemente disecado para exhibirlo por doquier como prueba de su talento. Semanas después, el paciente empezó a dar señales de una terrible melancolía: decía seguir sintiendo la presencia de aquel cuerpecillo, como si aún lo llevara adherido a sus carnes y declaraba que su ausencia le hería el espíritu mucho más que otrora su presencia el cuerpo. Según algunos comentaristas, el hombre acabó vagando por la tierra como un alma en pena. Otros autores afirman que el paciente sencillamente murió de tristeza dos meses después de la cirugía. Respecto a la suerte del médico el veredicto de todos es unánime: pagó su vanidad con la muerte a manos de unos salteadores de caminos». Monstruos y fenómenos extraordinarios de la Edad Media, Patricio Ferrufino S.J.
Citado por Santiago Cárdenas