Le pregunté al pepino de mar la diferencia entre determinado e indeterminado y me contestó:
-Eso vas y se lo preguntas al pepino de nevera que yo ando muy ocupado secándome con esta suave y esponjosa toalla negra.
Busqué en la nevera y, entre cientos, tal vez miles, de kilos de pimientos verdes –su dueño no hacía otra cosa que venga a de comprar y a de comprar pimientos verdes-, por fin vislumbré un pepino de nevera en una esquinita del cajón.
-Dime la diferencia que hay entre determinado e indeterminado, pepino de nevera –le espeté.
Y él me contó que el mundo estaba lleno de cosas determinadas e indeterminadas. Que determinadas había visto: la esfera enorme de montréal, seis mazorcas de maíz colgadas de un balcón en una masía, la cuerda de un péndulo de foucault, un matasuegras, la loba antonietta y el mago houdini, un corte femenino de mangas, tarzán hecho un cristo, la muerte de jim henson, una prostituta mexicana y otra de louisiana, una lengua enrollada de mariposa y otra lengua bífida de serpiente, ranas pequeñas dentro de la boca de una rana grande, pirulís en berlín, las tetas de àngels barceló, un muslo de silvana mangano, el dedo amenazador de johnny deep, un señor con bañera y delantal, la gallina cebra, la gallina sepia y el robot-pato cagón, el booba, el kiki y las kiiiiiii, una camiseta negra, tres granos del culomundi –tomó aire-.Y, por supuesto, los éxitos mundiales de Rick Astley.
Tras una pausa, volví a preguntar:
-¿Y qué cosas son las indeterminadas, pepino de nevera?
-Las fábricas de galletas. Las fábricas de galletas –insistió-. Se repiten cual ajo al que no se le ha desgajado el nervio.
Y el pepino de nevera, algo mustio y cansado, se retiró a su rincón del cajón de la nevera.