De cómo se ganó Leslie Groves la confianza de Robert Oppenheimer




Leslie Groves conoció a Robert Oppenheimer en Berkeley en octubre de 1942 durante su primera visita de inspección a los principales laboratorios. Los dos hombres ─Leslie, a pesar de su nombre, no sólo era hombre, regordete, eso sí, sino además muy macho y General del ejercito americano, como Dios manda─ no podían haber sido más distintos: Groves era un bulldozer humano de enorme sentido práctico; Openheimer un sofisticado intelectual. Se gustaron, en el buen sentido, un día que Groves le contó a Oppenheimer lo siguiente: «En cierta ocasión, que viví personalmente, dos albañiles andaluces emigrantes estaban subidos a una guindola reparando la fachada de la planta trigésimonovena de un edificio neoyorkino, cuando uno de ellos le dijo al otro “Quillo, Jesules, en el edificio de enfrente, en la planta décimoquinta, hay una mujer que se está desnudando ahora mismo y no veas cómo mestá poniendo”. El compañero, contrariado, y algo salidillo, todo hay que decirlo, respondió con aspavientos “¿Dónde, dónde, dónde?”. El movimiento que imprimió fue suficiente para que la guindola volcase y los dos albañiles emigrantes andaluces en Estados Unidos de América cayeran gritando “Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh”, grito sólo interrumpido en su caída en la planta décimoquinta, y al unísono, por “Aaaaaarrrrrgggggg, tía bueeeeeeenaaaa”, antes de morir empachurrados contra el suelo.». Después de escuchar este relato, Oppenheimer ya no se pudo resistir y aceptó dirigir el proyecto Manhattan.

El hogar de Benny y Frida




En 1974, Benny y Frida mostraron por primera y única vez su hogar al resto del mundo. En la primera foto, Frida observa con cara de compasión a Benny mientras éste le toca las teclas, del piano, y pone carita de cordero degollao. Pantalones de campana los ha llevado hasta Spanique, no sé por qué no debería llevarlos, decorados como Dios manda y en su juventud, la que hoy es Princesa. Lo demás, moqueta, tazas, bombo y taburete en falsa piel de vacuno, a juego con las cortinas, suministrado todo ello por Ingvar Kamprad, que por algo son suecos ─que no se rebote nadie que todavía hoy pueden ser encontrados estos objetos en Polígono Industrial El Valero, S/N; 41950 Castilleja de la Cuesta (Sevilla); teléfono 902 400 922 [de nada, Ingvar, hoy por ti, mañana por los niños de Eritrea, a ver si te acuerdas]─.

La segunda fotografía del hogar de Frida y Benny en 1974, entrañable como no podía ser de otra manera, muestra a los mismos celebrando con vermú aragonés lo bien que les iba como pareja. La razón de la adicción al vermú aragonés de esta pareja es desconocida. Algunos entendidos apuntan a un viaje relámpago que realizaron por aquellas tierras. Observen si no, a uno y otro lado de las ventanas, y verán que no les miento con lo de la adicción al vermú aragonés de esta simpática pareja de suecos.


The Goldfinch Carel Fabritivs (1654, año de su muerte)

Ernst Haeckel

Ernst Heinrich Philipp August Haeckel
(* 16. Februar 1834 in Potsdam; † 9. August 1919 in Jena)
war ein deutscher Zoologe und Philosoph.

Portraits

Lithographies

Kunstformen der Natur


El órgano fantasma

«Cuenta Montaigne que cuenta el piadoso Santiago de la Vorágine que en un pueblo de Alsacia vivía un hombre que tenía adherido a su cuerpo el cuerpo más pequeño de otro hombre, una especie de bebé descabezado que se clavaba a su huésped más grande a partir del cuello. Un médico peregrino se ofreció a extirpar la anomalía con ayuda de un cirujano local. Una vez concluida la operación, el paciente se mostró muy agradecido y contento. El médico peregrino no le cobró un céntimo y a cambio sólo le pidió que le dejara llevarse el cuerpecillo extirpado y convenientemente disecado para exhibirlo por doquier como prueba de su talento. Semanas después, el paciente empezó a dar señales de una terrible melancolía: decía seguir sintiendo la presencia de aquel cuerpecillo, como si aún lo llevara adherido a sus carnes y declaraba que su ausencia le hería el espíritu mucho más que otrora su presencia el cuerpo. Según algunos comentaristas, el hombre acabó vagando por la tierra como un alma en pena. Otros autores afirman que el paciente sencillamente murió de tristeza dos meses después de la cirugía. Respecto a la suerte del médico el veredicto de todos es unánime: pagó su vanidad con la muerte a manos de unos salteadores de caminos». Monstruos y fenómenos extraordinarios de la Edad Media, Patricio Ferrufino S.J.
Citado por Santiago Cárdenas