La colección más inútil del mundo




[...] La organizó un hombre llamado Frank Damek, residente en Chicago. Comenzó su colección en 1870. Se trataba de formar un juego completo de naipes... pero cada naipe debía ser hallado por él en la calle. Es difícil establecer cómo concibió tan absurda idea, pero lo cierto es que mostró notable tenacidad. Al principio fue bastante fácil. Al cabo de diez años sólo le faltaban quince figuras del mazo. Pero entonces la empresa se tornó más difícil. La suerte pareció abandonarlo. Algunos años halló en las calles de Chicago hasta tres de los naipes que le faltaban; luego pasaban los años y no encontraba una sola. Al fin, sólo le faltaban tres cartas: la sota de bastos, el tres de espadas y el dos de oros. Un día creyó que el propio Satán le estaba haciendo una broma, y que el mazo de cartas que alguien había dejado sobre el borde de un muro era nada más que un espejismo. Pero eran cartas absolutamente reales. Allí estaban la sota de bastos y el tres de espadas, pero... sí, era una broma del demonio: la única carta que faltaba era el dos de oros. Pasaron los años; Damek encaneció. Al fin, veinte años después de comenzar la colección, un día inolvidable del año 1890, la suerte le sonrió. ¡A sus pies estaba el dos de oros, y el espectáculo le pareció más bello que la más hermosa
muchacha del mundo!
HISTORIA DE LA ESTUPIDEZ HUMANA, Paul Tabori.

10 Revelaciones:

Harry Sonfór dijo...

«Hay gente pa tó», que dijo Rafael Guerra «Guerrita» cuando le presentaron a los hermanos filosofos Ortega y Gasset.

Helter dijo...

¿Y no se le ocurrió a este buen hombre mudarse a los alrededores de la fábrica de Heraclio Fournier? Fijo que habría tardado menos en completar la colección.

Trikki dijo...

Digan lo que quieran, pero cualquier colección, sea de lo que sea, es una somera estupidez humana.Yo tenía una de pins, que desapareció disimuladamente en mi ultimo traslado.(Mi santa jura que no los tiró, que se debierón quedar al lado del contenedor de basura casualmente).Tuve una época de coleccionar mecheros, me hice casi con quinientos, ni uno de ellos comprado, esa era la gracia, aun los conservo. Luego lo intenté con billetes de cinco mil pelas, pero la gente eso no me lo regalaba, y los mecheros si, por que no hay nada como decir que coleccionas algo para que te traigan uno del culo del mundo.

Arkab dijo...

Les confieso que yo tengo una colección de ésas de septiembre de Altaya. Son motos antiguas en miniatura. Me compré una vitrina del Ikeda y las miro de vez en cuando complaciente. Algunas veces cojo una y la miro y la remiro sin enterarme de nada hasta que la vuelvo a poner en su sitio. No tengo ni pajolera idea de motos, pero cuando veo el manillarcico pequeñico me imagino a Nabokov con su colección de mariposas y me sonrío para dentro. De pequeño nunca conseguí cazar más de cinco mariposas diferentes con mi ridículo cazamariposas artesano.

Spanique dijo...

Mi costillo también la tiene pero en cajas de cartón porque aún no ha encontrado LA estantería, habrá que ir donde usted.

Yo sólo tengo una objeción a su historia : En Chicago no te encuentras en el suelo un dos de oros en la p.... vida, uno de diamantes, tréboles etc quizá, pero completar una baraja Heraclio Fournier en yankilandia, boffffffff, tres vidas y aún así.
;-pppp

Arkab dijo...

Eso mismo pensé yo, Spanicuá. Pero es así en el libro del húngaro éste; el autor del libro, me refiero, que no el costillo suyo. Es más, yo me dije, hala, pero si se va a una taberna y recoge las barajas de las mesas siempre encontrará todas las cartas; pero claro, no es lo mismo que ir por la calle con la mirada fija en el suelo a ver si se encuentra la carta. El dos de oros en Chicago, por Dios.

Harry Sonfór dijo...

Oiga, hablando de cosas chiqutinas, que ayer vi a Michelle Jenner, la hija de Paco de Los hombres de Paco y me pareció más pequeña que en la tele. Y muy guapa. Oigan, me hizo mucha ilusión y le dije que me había hecho mucha ilusión verla. Claro, con este verbo fácil que tengo...

Spanique dijo...

Estooo, no se quien son los hombres de Paco asi que su hija.
Oiga Don Harry que el cuñao se trajinó ayer la botella de patxaran de su suegro (tengo aquí cuatro refugiados zaragozanos huyendo de la Expo y de los turistas y los tuve que reconfortar) Y tiene sus felicitaciones. (Las del cuñado al patxaran, claro) Para el próximo viaje, ya sabe. (Y a ver si me anima al Arkab también, ahora que no nos oye, que no quiere cruzar los Pirineos y yo se que su PK estaría por aquí de vicio)

Harry Sonfór dijo...

Oiga, pues que un señor de Tourbillons diga que le gusta ese pacharán es buena cosa, se lo he dicho a mi señora y se ha puesto muy contenta. Es más, yo pacharán no suelo tomar, pero el otro día tomé uno en un bar de Las Endrinas con un color muy feo y un sabor peor y me acordé de mi suegro, de su pacharán y de todo eso y me dije «Ay, mi suegro, qué razón tiene ese hombre, ay». Oiga, Spanique ¿Y si le secuestramos a su Pk.? antes o después vendría a por ella.

Gerardo Moreno dijo...

Me parece más interesante esta version:

Un patético ejemplo de a cuales extremos puede llegar la obsesión de un coleccionista es el caso de Frank Damek, oriundo de Chicago. Su meta era reunir un juego completo de barajas, pero cada naipe debía ser distinto y hallado únicamente en la calle. Así parezca increíble, al cabo de 15 largos años sólo le faltaban doce figuras para completar aquel insólito mazo, y su única tarea era la de vagar por calles y avenidas mirada fija en el piso con la esperanza de encontrar cualquiera de los naipes que le faltaban. Pasaban los años, y con cada hallazgo de alguna baraja sucia y maltratada, Damek experimentaba delirios de placer. Ya viejo y agotado solo le faltaban tres cartas: sota de bastos, tres de espadas y dos de oro.

Cierto día casi moribundo, deambulaba por una callejuela, cuando vio que alguien había dejado sobre un muro casi un juego completo de naipes. Con manos febriles y temblorosas fue tomando de allí los que necesitaba, y seria entonces cuando estuvo a punto de sufrir un colapso: faltaba el dos de oro. Aquel día, Damek lloró como un niño pero no cejó en su empeño y fue así como 25 años después de haber comenzado su colección, un Frank Damek encorvado y macilento tropezó cierto día con algo increíble, insólito: allí en el piso estaba el ansiado dos de oro, que refulgía sobre el sucio como una rara joya. Gimiendo, se tiro de rodillas y recogiendo del piso la preciosa carta que le faltaba, la estrechó contra su pecho. La muerte, que parecía haber aguardado hasta aquel momento le sorprendió aun arrodillado, sosteniendo sobre su cuerpo a la sucia y medio rota baraja. La que faltaba para completar aquella inútil colección.


The Goldfinch Carel Fabritivs (1654, año de su muerte)

Ernst Haeckel

Ernst Heinrich Philipp August Haeckel
(* 16. Februar 1834 in Potsdam; † 9. August 1919 in Jena)
war ein deutscher Zoologe und Philosoph.

Portraits

Lithographies

Kunstformen der Natur


El órgano fantasma

«Cuenta Montaigne que cuenta el piadoso Santiago de la Vorágine que en un pueblo de Alsacia vivía un hombre que tenía adherido a su cuerpo el cuerpo más pequeño de otro hombre, una especie de bebé descabezado que se clavaba a su huésped más grande a partir del cuello. Un médico peregrino se ofreció a extirpar la anomalía con ayuda de un cirujano local. Una vez concluida la operación, el paciente se mostró muy agradecido y contento. El médico peregrino no le cobró un céntimo y a cambio sólo le pidió que le dejara llevarse el cuerpecillo extirpado y convenientemente disecado para exhibirlo por doquier como prueba de su talento. Semanas después, el paciente empezó a dar señales de una terrible melancolía: decía seguir sintiendo la presencia de aquel cuerpecillo, como si aún lo llevara adherido a sus carnes y declaraba que su ausencia le hería el espíritu mucho más que otrora su presencia el cuerpo. Según algunos comentaristas, el hombre acabó vagando por la tierra como un alma en pena. Otros autores afirman que el paciente sencillamente murió de tristeza dos meses después de la cirugía. Respecto a la suerte del médico el veredicto de todos es unánime: pagó su vanidad con la muerte a manos de unos salteadores de caminos». Monstruos y fenómenos extraordinarios de la Edad Media, Patricio Ferrufino S.J.
Citado por Santiago Cárdenas