Niños del Hospicio Provincial de Sevilla degustando las propiedades de la cerveza, Agosto de 1933.




Así tituló esta foto Sánchez del Pando, recordarán que ya les hablé de ella. Bien, aquí la tienen. He tenido que hacerla con el móvil en la Cervecería Triana de Sevilla, una de mis favoritas como saben ─al igual que con el resto de cervecerías del mundo donde sirvan buena cerveza, tengo cierta atracción magnética hacia ellas, es algo que Dios Nuestro Señor, en su omnisciente inteligencia diseñadora, creó en mi ser─, y ello es debido a que no hay huevos de encontrarla como yo querría por esos mundos de internet. No pasa nada. Mi querido Harry Sonfór seguro que toma la foto y le hace tres arreglos que levantarían al mismísimo Sánchez del Pando de su tumba para darle las gracias, con el permiso de sus herederos, claro. Pero yo no doy para más. ¿Qué reciben ustedes a cambio? Bueno, si hacen click sobre la foto podrán ver a ese niño del primer plano, de apenas cinco años, y ya con barriguita cervera, con esa pose como diciendo con acento alemán »Trae pacá, carajaula, que es lo más fresquito que voy a tomar en los próximos tres años«. También pueden ver que en la pared de atrás hay azulejos de Mensaque, algo muy típico de los locales sevillanos que, como todo el mundo sabe, fueron ideados para que yo me esté cagando en los muertos del que inventó los azulejos de Mensaque todos y cada uno de los días de mi vida y, especialmente, cada vez que los veo; hay también unas luces fluorescentes arriba, no son de la foto, no estaban en la foto de Sánchez del Pando; podríamos pensar que son los fluorescentes de la Cervecería Triana, podría ser; y el señor que se refleja bajo el brazo del hombre que da la cerveza al niño, hasta podría ser yo, pero no, no liemos más el trasunto fotográfico, que ya tenemos bastante con esas hadas del bosque que parecen revolotear sobre el fluorescente, con los 328 gnomos escondidos en el barreño del señor de la derecha y con los ángeles del Señor que, como todos bien sabemos, ocultos en alguna parte, cuidaban de cada una de las criaturas que en fila degustaban cerveza en el Hospicio Provincial de Sevilla en agosto de 1933.

2 Revelaciones:

Harry Sonfór dijo...

Claro, así los niños salían así de fuertes y hermosotes, venga a darle a la cerveza. Oiga, el niño no solo parece que tiene acento alemán sino que usa comillas latinas al estilo alemán. Es un niño muy fino, tripudo, pero fino.

Inde dijo...

La foto es buena, pero buena. Sobre todo, después de verla en el blog de Harry, lo maja que la ha dejao (¡¡artit-ta!!). El título, todavía mejor: no degustan cerveza, los niños, simplemente, no; degustan sus propiedades, que tiene miga la cosa.

A los promotores y vigilantes de lo políticamente correcto se les ha escapao una que yo me sé: y es que si se enteraran de que en un episodio de "Wickie el Vikingo" el tal Wickie se agarra una trompa descomunal con su padre y el resto de la tripulación del barco para celebrar el estupendo botín que han conseguido, dejaban de anunciarla por la tele como un produkto rekomendado para la infancia. Jejeje...


The Goldfinch Carel Fabritivs (1654, año de su muerte)

Ernst Haeckel

Ernst Heinrich Philipp August Haeckel
(* 16. Februar 1834 in Potsdam; † 9. August 1919 in Jena)
war ein deutscher Zoologe und Philosoph.

Portraits

Lithographies

Kunstformen der Natur


El órgano fantasma

«Cuenta Montaigne que cuenta el piadoso Santiago de la Vorágine que en un pueblo de Alsacia vivía un hombre que tenía adherido a su cuerpo el cuerpo más pequeño de otro hombre, una especie de bebé descabezado que se clavaba a su huésped más grande a partir del cuello. Un médico peregrino se ofreció a extirpar la anomalía con ayuda de un cirujano local. Una vez concluida la operación, el paciente se mostró muy agradecido y contento. El médico peregrino no le cobró un céntimo y a cambio sólo le pidió que le dejara llevarse el cuerpecillo extirpado y convenientemente disecado para exhibirlo por doquier como prueba de su talento. Semanas después, el paciente empezó a dar señales de una terrible melancolía: decía seguir sintiendo la presencia de aquel cuerpecillo, como si aún lo llevara adherido a sus carnes y declaraba que su ausencia le hería el espíritu mucho más que otrora su presencia el cuerpo. Según algunos comentaristas, el hombre acabó vagando por la tierra como un alma en pena. Otros autores afirman que el paciente sencillamente murió de tristeza dos meses después de la cirugía. Respecto a la suerte del médico el veredicto de todos es unánime: pagó su vanidad con la muerte a manos de unos salteadores de caminos». Monstruos y fenómenos extraordinarios de la Edad Media, Patricio Ferrufino S.J.
Citado por Santiago Cárdenas