Amigos aventureros





Algunos me preguntan intrigados por qué me llamo Arkab. No es nada complicado, corresponde a las iniciales de mi nombre real -Anatoly Rasskazov- junto al del protagonista de una historia que me contó un viejo amigo de Alosno, uno de mis más queridos amigos, a la vuelta de un viaje de Rávena.

«La antorcha del Faro de Ancona se está alejando y no se distingue todavía el alba.

Soy Kab, el Aventurero, que he sido enviado a Occidente a estrechar lazos de amistad y riqueza. Eso dice el salvoconducto que me ha permitido cruzar los desiertos y los valles, los desfiladeros y los ríos. La verdad es que estoy aquí para intentar darle a mi pueblo un último suspiro de esperanza. Las aguas podridas de nuestros lagos han traído una enfermedad terrible: la ceguera. El Consejo de Ancianos me pidió que encontrara un remedio antes de que fuera demasiado tarde. Y aquí estoy, en la misión más difícil de las que he emprendido.

He llegado por barco hasta el puerto de Classe y los cascos de los navíos romanos abandonados dan un aire fantasmal al puerto que fue refugio militar del antiguo Emperador. Para llegar a la muralla de Rocaleone me introducen en una caja con una silla dentro, en sus laterales hay unas largas pértigas que unos servidores portan por un laberinto de pantalanes para sortear estas aguas cenagosas. Mi comitiva, con varios camellos y búfalos, está muy rezagada por el paso dificultoso de los animales sobre el barro.

La mole de piedra es tan alta como la Gran Muralla y en cada torreón hay una batería de bombardas. Los seis jinetes que han venido a recibirme hasta la entrada del foso, portan un palio con la cruz arriana bordada en oro y tachonada de piedras preciosas. (Me cuidé mucho, antes de desembarcar, de informarme por alguno de los seguidores de Arrio por qué no querían reconocer la divinidad de Cristo, no eran razones religiosas, como era de esperar).

El ayudante de cámara me acompañó hasta mis aposentos y pude mirar, desde la ventana cebrada de aljimez, el ocaso en el mar Adriático. Cerré los ojos y volví a pensar –como tantas veces en los últimos meses- cómo podría conseguir que los maestros del arte musivo fueran hasta el interior del desierto de Gobi a realizar el mismo cielo del mausoleo de Gala Placidia.

Sólo así mi pueblo podría quedarse ciego y tener la dicha de retener el espíritu del Arte».

‘Kab, The Adventurer’ de Johannes Hale Pensis (1632-1675)

13 Revelaciones:

Miranda dijo...

Arkab, menos mal que ya se puede comentar, que estaba yo frita queriendo decir que el pipi es maravilloso, como mi jilguerin que está ahora venga de cantar.

Está majo el blogo, aúnque algo disperso, yo creo que le pasa lo que a Harrys, que tienen la plantilla vieja.
Me lo comprueba porfa?
Vaya a Configurar, Plantilla, personalizar diseño, y si le dice que tiene que actualizar es que está obsoloide.
Actualiza y luego le aparecerá, cuando entra en su cosa de administración, una cosa que se llama Panel.
Ahí puede hacer de todo. Añadir cosas, poner quitar, cambiar el título por fotos, colocar las cosas seguidas (como por ejemplo lo de comentarios y etiquetas) etc...
Ande, míreme eso, haga el favor.
Beso.

Miranda dijo...

Ya veo (soy yo de nuevo) que ha cambiado lo de abajo.
Bueno, si tiene la versión molona tendrá una opción que se llama Diseño.

Ahí le aparece todo colocado y puede mover ventanas (a lo bestia, arrastrando) y editar todas ellas.

Mire, mire...que es muy diver.

Ya me voy a dar la lata a otra parte.

M.

Arkab dijo...

Muchísimas gracias, Miranda, parece que esto empieza ya a rular. Voy aver si pongo una foto de Wentgordo en todo lo alto para congraciarme con Helter. Por cierto, que creo que también he resuelto ya la cosa de acceso y ya puede poner un comentario cualquiera.

Harry Sonfór dijo...

Yo vengo aquí a defender los blogs viejunos donde el diseño de la página es menos importante y lo que importa de verdad es el fiji lleno de banderitas.
¡Larga vida al Fiji!

Anónimo dijo...

Uy congraciarse, dice. Con la porra que ha montao a costa de mis primaveras. Va a tener que poner muuuuchas fotos de wentgordo para compensarme de ésta, y ojito con las que pone. Nada de primera comunión, nada de rollizo bebé. O caerá sobre usted la maldición gitana esa.

Anónimo dijo...

Ah, y con tupé tampoco.

Anónimo dijo...

Ni poniendo caras raras.

Anónimo dijo...

Y va y me pone una de primera comunión, con tupé y cara rara.

Arkab dijo...

Bueno, Helter, no se me sulfure; a ver si ahora le gusta más, pásele la manica del ratón por el lomo a ver si le dice algo, que creo que sí.

Anónimo dijo...

[emoticonos de aplausos y algarabía, entrecomillados, of course]

Anónimo dijo...

Oiga, Helter, o es usted en realidad Amy Wong (lo que me obligaría a plantearme muy seriamente el pedirle el matrimonio, que una rica heredera marciana no se encuentra todos los días), o es que no me ha pasado el ratón por el lomo de Went.

Anónimo dijo...

Algo marciana sí que soy, pero de rica heredera ná de ná. Y que sí que lo veo verde, pero cuando no está verde ta wapo.

Miranda dijo...

Joe! que tutto!


The Goldfinch Carel Fabritivs (1654, año de su muerte)

Ernst Haeckel

Ernst Heinrich Philipp August Haeckel
(* 16. Februar 1834 in Potsdam; † 9. August 1919 in Jena)
war ein deutscher Zoologe und Philosoph.

Portraits

Lithographies

Kunstformen der Natur


El órgano fantasma

«Cuenta Montaigne que cuenta el piadoso Santiago de la Vorágine que en un pueblo de Alsacia vivía un hombre que tenía adherido a su cuerpo el cuerpo más pequeño de otro hombre, una especie de bebé descabezado que se clavaba a su huésped más grande a partir del cuello. Un médico peregrino se ofreció a extirpar la anomalía con ayuda de un cirujano local. Una vez concluida la operación, el paciente se mostró muy agradecido y contento. El médico peregrino no le cobró un céntimo y a cambio sólo le pidió que le dejara llevarse el cuerpecillo extirpado y convenientemente disecado para exhibirlo por doquier como prueba de su talento. Semanas después, el paciente empezó a dar señales de una terrible melancolía: decía seguir sintiendo la presencia de aquel cuerpecillo, como si aún lo llevara adherido a sus carnes y declaraba que su ausencia le hería el espíritu mucho más que otrora su presencia el cuerpo. Según algunos comentaristas, el hombre acabó vagando por la tierra como un alma en pena. Otros autores afirman que el paciente sencillamente murió de tristeza dos meses después de la cirugía. Respecto a la suerte del médico el veredicto de todos es unánime: pagó su vanidad con la muerte a manos de unos salteadores de caminos». Monstruos y fenómenos extraordinarios de la Edad Media, Patricio Ferrufino S.J.
Citado por Santiago Cárdenas